miércoles, 26 de mayo de 2010

La ultima cena (part tchu)



Llegué a la casa de mi tía abuela Preferida luego de un largo viaje en el auto de Gordo, mi padre. Era una tarde de primavera en la cual el irresponsable calor del verano que prometió venir nunca llegó y el frío del duro invierno de 29 pulgadas se negó a retirarse.

Gordo nació en 1951, allá por el tricampeonato de racing. Nació en una familia multimillonaria que luego perdió todo. A los 18 años comenzó a trabajar en un taxi para llevar el pan a la mesa de su casa. Luego trabajaría en una carpintería con su padre Sábado y su abuelo Domingo. Muchas noches me pregunto cuál sería mi nombre si a él lo hubieran nombrado Viernes. Lamentablemente la carpintería Fin de semana, así la llamaron mi padre y sus ancestros, se incendiaría no una sino dos veces. Hoy luego de tener sus éxitos en el mercado del fitnnes y introducir el paddle a la argentina Gordo es uno de los tantos dueños de una pyme estancada en la mediocridad quien se piensa que por tener experiencia en la pobreza y en la fortuna se las sabe absolutamente todas y tiene muchas veces una actitud soberbia y altanera. 

Mi madre Hera, siempre preocupada por tratar de mostrar una familia perfecta y complacer a los demás por sobre todas las cosas, abrió la puerta izquierda del auto, me despertó con una leve palmada en la mejilla y me dijo, portate bien, no querés matar a la tía preferida de un ataque al corazón. Mi  madre siempre fue muy dramática, por suerte mi hermano Héctor me enseñó a tomar con pinzas todo lo que ella me decía. Gordo, al contrario, dejaba que todo sea, el confiaba en que pase lo que pase, todo siempre terminaba funcionando bien. Sentados a mi izquierda en la parte trasera del auto estaban sentados mis dos tíos. Perfecto y Perfecta. Perfecto era de los mejores amigos de Gordo en la infancia y en la vejez. Perfecta era la hermana menor de mi madre,  que contrario a su nombre no hacía más que darle problemas a la pobre Hera, quien siempre era castigada por las travesuras de su hermana menor. Perfecta era una tía fenomenal, solíamos divertirnos haciendo rabiar a mi madre, quien siempre decía que le sacaríamos canas verdes, hecho que hasta el día de hoy jamás logré. Los Perfectos, así los llamábamos los primos, eran unos tíos modelo.

Apenas entramos por la reja roja al patio de la casa de Preferida dos perros ovejeros vinieron eufóricos a saludarnos, luego, de la puerta de madera de la casa del techo de tejas salió la prima de mi madre, Serena Lamar y su marido Cuarto Menguante. Que pareja tan armoniosa hacían, Serena Lamar nunca pudo tener hijos, y cuidaba a su marido cuarto menguante como si fuera uno. Una noche cuarto menguante no regreso, lo encontraron ebrio en una zanja, recuerdo que esa noche, la tía Serena estaba muy preocupada, ya que llamó a casa llorando. Desde entonces siempre que la veo se me viene una rima muy graciosa a la mente ¨ Si de noche hay Cuarto Menguante, Serena estaba Lamar¨

 Ambos me saludaron con mucho cariño y como de costumbre le preguntaron a mi madre si ya había cumplido los 12 años. Tengo 16, conteste irritado antes de que mi madre pudiera abrir la boca.  Madre exclamo mi nombre con enojo, y mi tía Serena Lamar se rió.

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